Tradicionalmente empleados para la caza, estos perros estßn dotados en Ia mayorφa de los casos de una gran asistencia para la carrera sostenida y para Ia persecuci≤n continuada. Su olfato puede calificarse de excepcional en algunas razas como el Bloodhound y en casi todas las restantes, aI menos, muy bueno.
Son animales utilizados frecuentemente en jaurφas o rehalas numerosas y que deben establecer un sistema muy jerarquizado para evitar las peleas a muerte entre machos adultos. La raza pura mantiene una relativa constante en las caracterφsticas fφsicas y psicol≤gicas de los individuos que pertenecen a ella. Debido a esto, en muchos paφses tradici≤n cinegΘtica se han cuidado y potenciado determinadas cualidades de los animales que se deseaba obtener llegando a efectuar cruzamientos entre razas muy dispares. Tal vez en Espa±a, donde la caza mayor en su totalidad de monterφa no tiene equivalencia en ning·n otro paφs del mundo, se han cruzado excesivamente los perros dedicados a estos menesteres, obteniendo perros muy heterogΘneos, pero que cumplen perfectamente la finalidad para la que han sido criados: resacar de las manchas de monte los animales, haciΘndolos huir en direcci≤n a los cazadores, que aguardan apostados en lugares previamente elegidos llamados puestos.
La composici≤n de cada jaurφa debe ser numerosa y, seg·n los expertos no menor de una veintena de perros. Estos serßn preferiblemente ejemplares de raza pura o cruzamientos con buenas cualidades venatorias y deben haber sido preparados para realizar a la perfecci≤n el trabajo que de ellos se demanda. Una importante condici≤n es la estabilidad de las jaurφas, es decir, que los perros se conozcan y tengan ya preestablecido su orden jerßrquico, que hayan trabajado juntos y atiendan con absoluta obediencia a la llama del perrero.
Las razas de sabuesos presentan peculiaridades generales que las agrupan como ≤ptimos auxiliares la caza en grupo para presas muy variadas. La previa clasificaci≤n de sus funciones para caza mayor menor no puede considerarse rφgidamente, ya que algunas de es razas ofrecen una versatilidad fuera de toda duda, tanto para caza menor como especies de gran tama±o e incluso animales muy feroces. A mismo, algunos de estos perros pueden cumplir satisfactoriamente funciones de guarderφa y defensa, poniendo en relieve la polifacΘtica utilidad del perro al servicio del hombre.
SABUESOS NORDICOS
Los perros de origen n≤rdico Norsk Elghund, Perro de Osos de Carelia y Spitz finlandΘs, presentan afinidades morfol≤gicas muy notables. Cabeza c≤nica, maciza y poderosazada media entre los 45 y 60 cm. para los machos. Ademßs su origen, indiscutiblemente procedente de los Spitz n≤rdicos, les dota de una espesa capa protegida o guarnecida de un subpelo denso y lanoso que les permite afrontar las mßs frφas temperaturas asφ como el entorno de nieve y hielo. El rabo de todos estos perros se curva en arco sobre el lomo y su estampa es muy similar, entroneando tambiΘn con los gran des Lul·, tambiΘn llamados perros de alces.
La utilizaci≤n de estos bravos y tenaces perros suele basarse en la jaurφa poco numerosa (entre 8 y 14 ejemplares) que viven conjuntamente desde cachorros o j≤venes. Cuando intentan incorporarse ejemplares machos adultos son frecuen tes las peleas que, de no ser interrumpidas, pueden acabar con la vida de uno e incluso de los dos contendientes. La relaci≤n entre estos perros es muy similar a la que se establece entre las manadas de lobos. Los cachorros, escasos en cada camada, sufren por las inclemencias del entorno una selecci≤n natural muy fuerte y, consecuentemente, s≤lo sobreviven los mßs aptos. La frugalidad de su alimentaci≤n no es congΘnita, sino debida a los cuidados someros, a veces casi negligentes, que los cazadores norte±os les dispensan en la mayorφa de los casos. Por esta raz≤n, y por la ya se±alada dureza del clima, la madurez de los perros, en su medio ambiente na tural, llega a los dos a±os y medio o tres a±os y su ≤ptimo vital se extiende hasta los seis o siete a±os de edad.
La jaurφa se suelta durante la caza, tras el posible rastro de alces, cΘrvidos e incluso de osos. Los perros, excitados si encuentran vientos de la presa, emiten ladridos cortos, poco sonoros, como para alertar ·nicamente al cazador. Los perros parten tras la presa, seguidos de los hombres armados. El encuentro con la pieza de caza es todo un compendio de plasticidad, inteligencia y arte venatorio. Estos perros, los sabuesos n≤rdicos, tratan de acorralar al alce o al oso. En el primer caso, el cΘrvido gigante tratarß de huir en carrera sostenida de sus perseguidores, intentando cortar el terreno por rφos, arroyos y quebradas, pero los inexorables perros, estimulados por la sangre de Spitz que corre por sus venas, no cejarßn hasta cercar por completo al animal, al que incluso pueden llegar a dar muerte an tes de la llegada del cazador. El perro jefe de la jaurφa y el mßs pr≤ximo a la pieza muerden al cΘrvido en los corvejones y en los ijares. El alce, acosado, trata de desprenderse de sus atacantes, mientras el resto de la jaurφa lo cerca en herradura. Cuando los perros enganchados a la presa se fatigan o son heridos por la misma, son relevados automßticamente por otros dos o tres, los siguientes en jerarca, asφ hasta que llega el hombre o, mßs raramente, hasta que los perros consiguen abatir al alce.
En el caso de la caza del oso, la tarea es mucho menos fatigante, pero mßs arriesgada. Cuando el rastro del plantφgrado es encontrado, los perros se lanzan tras Θl, de forma mßs ruidosa; parecen traslucir su excitaci≤n por la modulaci≤n de sus ladridos, no obstante, profundos y casi inaludibles a media distancia. El oso perseguido intenta la huida, pues su aversi≤n por los perros es algo espectacular. Si encuentra hielo flojo en la proximidad del mar o de gran lago estß prßcticamente salvado, pues se sumerge en el agua, poniΘndose a cubierto de sus perseguidores. Si, por el contrario, estß lejos de agua libre o rodeado de nieve, buscarß un talud o alg·n accidente del terreno para esperar a la jaurφa.
Cuando los perros alcanzan al oso se produce un concierto de ladridos y gemidos muy agudos que se entremezclan con los feroces rugidos de la fiera. Los perros experimentados rodean a distancia al plantigrado, entreteniΘndolo con fintas y quiebros, pero siempre ocurre que algunos de los mßs j≤venes, llevado de su ardor y ciega valentφa, acometen al oso a mordiscos. Estos ejemplares suelen morir o resultar malheridos en el encuentro. Por esto es fundamental disponer de una jaurφa experimentada, a la que se van incorporando cachorros que adquieren experiencia con estos lances, demostrando una extraordinaria aptitud para escarmentar en cabeza ajena. No significa esto falta de valor o cobardφa de los perros, sino correcto uso de sus cualidades. Un jaurφa suicida pronto verß tan mermados sus efectivos que el oso podrß romper el cerco y huir ante de la llegada del cazador. En ese tipo de caza es fundamental sujetar la pieza y mantenerla al alcance del hombre; pero lo extraordinario de estos sabuesos n≤rdicos es que efectuaban su trabajo hace mucho tiempo, cuando habφa que mantener al alce o a los osos a tiro de lanza o de arp≤n y realizar la labor abnegada de interponerse entre la fiera y el cazador si por azar el oso herido cargaba contra el hombre. Multitud de historias laponas y leyendas noruegas han transmitido de padre a hijos durante las largas noches boreales las haza±as de determinadas jaurφas y mßs concretamente de sus jefes, perros heroicos, bravos y cuya fidelidad al hombre mereci≤ que pasaran al ßlbum de la tradici≤n.
LOS SABUESOS EXOTICOS
Como tal pueden clasificarse dos razas de perros cuyo parentesco es menos que probable y, sin embargo, son originarios de zonas tropicales y subtropicales del continente africano, nos referimos concretamente al Rodesiano y al Basenji.
La cabeza del Basenji y muchas de sus posturas y actitudes nos recuerdan el aire de los perros de los faraones que estßn esculpidos en jeroglφficos o inmortalizados en peque±as estatuas y relieves. Esta raza descubierta a finales del siglo pasado por exploradores ingleses que se internaban en el antiguo Congo (hoy Rep·blica del Zaire) era mantenida por los indφgenas para auxiliarles en la caza de peque±os animales y como centinela de los poblados, ya que con sus ladridos alertaban a los pobladores de cualquier presencia extra±a.
El temperamento de los Basenji permite la convivencia en jaurφas mßs numerosas, pues su pasi≤n por el juego inhibe las peleas cruentas y las confrontaciones, aun entre machos adultos, no suelen pasar de al gunos ladridos y mordiscos marcados sin clavar los dientes, ciertas posturas desafiantes y el posterior e inevitable juego. Su ladrido, muy particular, se torna mßs agudo cuando acosan la presa guiados por su buen olfato. No obstante, estos perros, importados a Europa se han convertido en animales de compa±φa dejando de desempe±ar sus ancestrales funciones.
El Rhodesian Ridgeback, utilizado en Sudßfrica como perro de guarderφa y defensa, asφ como sabueso en los safaris, es un animal con un carßcter mucho mßs serio que del Basenji, dulce y cari±oso con sus amos, pero sumamente desconfiado con los extra±os y francamente feroz en la caza. Se cuenta que jaurφas de cinco o seis ejemplares han conseguido por sφ solas dar muerte a un le≤n. Estas haza±as nos resultan incomprensibles en animales tan d≤ciles con el hombre, pero lo que es seguro es su inmejorable comportamiento en los safaris, siguiendo rastros de las fieras heridas a las que localizan y fijan hasta la llegada de los tiradores.
La caracterφstica cresta a contrapelo, en lo alto del dorso, se atribuye seg·n una bella leyenda indφgena, al zarpazo de su encarnizado enemigo en la caza, el le≤n. Seg·n esta historia, recogida de labios de un indφgena en tiempos remotos, algunas de las aldeas estaban aterrorizadas por la presencia de un le≤n macho de melena oscura que mataba el ganado y tambiΘn robaba a los ni±os y j≤venes que se aventu raban fuera del poblado. La amenaza del poderoso felino fue extendiΘndose tan rßpidamente que los naturales de la zona no podφan abandonar las vallas del poblado. Poco a poco desapareci≤ la comida por miedo a abandonar la villa y comenzaron a alimentarse con las crφas de las perras, que abundaban en el pueblo. S≤lo se salv≤ de esta matanza la camada de una fuerte y poderosa perra que habφa escondido sus cachorrillos en una galerφa excavada en el lφmite de la cerca que rodeaba las chozas, pero los atemorizados y hambrientos aborφgenas Observaban las mamas de la perra delatando la existencia de cuatro o cinco sabrosos y necesarios bocados. La perra, atemorizada y recelando el fin de sus cachorros, los fue sacando uno a uno y abandon≤ el poblado.
Cazando lejos de los hombres, el animalito consigui≤ criar a sus cinco hijos, que fueron creciendo en plena libertad hasta alcanzar su tama±o mßximo. La perra, de alguna forma, intentaba transmitir a sus ya crecidos vßstagos el amor al hombre y conseguir llevarlos hasta el poblado. Allφ las cosas no habφan hecho sino empeorar y todos los animales, hasta los perros viejos y los correosos loros, habφan sido sacrificados para alimentar a los enloquecidos indφgenas, que no bien otearon a los perros, les recibieron con una lluvia de flechas que alcanz≤ a uno de los hermanos. Los otros cuatro y la madre huyeron otra vez hacia la selva y una vez a salvo, la buena perra convenci≤ a sus hijos para que no odiasen al hombre, pues Θste era su due±o y se±or y debφan morir por Θl, pero no in·tilmente y para servirle como subsistencia, sino cazando al viejo le≤n y liberando la aldea de su pßnico.
Dicho y hecho... Los perros a·n furiosos por la in·til muerte de su hermano, encontraron el fuerte y acre olor de Simba, el le≤n. A trote lento, pero inexorable, alcanzaron al viejo matador, que confinadamente dormitaba a plena luz cerca del poblado. Con unos gru±idos escalofriantes, los perros se lanzaron sobre el le≤n. La rapidez del ataque posiblemente decidi≤ el resultado; entre rugidos y gru±idos, los aterrorizados habitantes del poblado pudieron ver c≤mo el le≤n mataba a la leal perra y a tres de sus hijos, pero el mßs fuerte y bello, enganchado en la garganta de la fiera, no soltaba su presa. El le≤n morφa y los indφgenas, animados por el heroico ejemplo de los perros, tomaron sus armas y se dirigieron corriendo hacia el felino malherido.
Cuando llegaron junto al le≤n, Θste agonizaba y en el ·ltimo estertor alcanz≤ con un terrorφfico zarpazo al buen perro que no solt≤ su garganta. Los guerreros recogieron al animalito, cuyo ensangrentado lomo no hacφa albergar demasiadas esperanzas y le cuidaron, logrando que se recuperara, pero en su espalda siempre qued≤ la huella del zarpazo del felino. Los habitantes, agradecidos, pidieron al hechicero de la tribu que preparase un encantamiento de forma que el bravo y heroico can pudiera transmitir a sus hijos el honroso distintivo de su abnegaci≤n y asφ.... comenz≤ el amanecer del Rodesiano.
Esta preciosa e inocente leyenda refleja muy bien el comportamiento y el carßcter de esta raza tan feroz en la caza como d≤cil y pacφfica en la vivienda con sus amos. La utilizaci≤n en grupos poco numerosos del Rodesiano en las partidas de caza tambiΘn queda sobreentendida en la historia y muchas de las peculiaridades de estos perros se subliman en el relato, que si no es real, al menos estß bien imaginado si non Φ vero Φ ben trovatto.
UN GUARDIAN COMO SABUESO
El Dogo argentino, clasificado hasta hace poco tiempo entre las razas de guarderφa, defensa y utilidad, ha en contrado su sitio entre los perros de rastro capaces de seguir la presa y abatirla en feroz pelea. La mezcla de sangres aportada para la creaci≤n del Dogo argentino asegura la resistencia, bravura y ferocidad de este perro especφficamente criado para la caza del puma y cuya capa blanca supone una garantφa para que el cazador no confunda el gran gato con su bravo auxiliar. Utilizado tambiΘn en Espa±a como reproductor, cruzado con podencos, se ha intentado aprovechar la ferocidad de esta raza para las rehalas de mestizos que se emplean en las monterφas de jabalφ. El Dogo argentino se utiliza en peque±os grupos constituidos normalmente por varias hembras y un ma cho que acosan al puma, cercßndole hasta la llegada del cazador, pero que incluso si el gran gato no se refugia en un ßrbol, pelean con Θl, demostrando absoluto desprecio al dolor fφsico.
UN SPITZ, LADRON DE NIDOS
Otra de las curiosidades de este gran grupo de perros de rastro es el Lundehund, peque±o perro noruego dotado de notabilφsimas cualidades de trepador por paredes y acantilados casi inaccesibles, asφ como por ciertos troncos de ßrbol. La posibilidad suplementaria de cerrar a voluntad el conducto auditivo para proteger el oφdo de la lluvia le convierte en un especial sabueso adies trado en la recogida de nidos de una especie de golondrina marina, conocida como polichinela del mar por su plumaje blanco y negro. Estos nidos estßn constituidos por una secreci≤n salival solidificada de la citada avecilla y se utilizan para delicadas recetas culinarias, como la sopa de nidos de golondrina.
Este min·sculo representante de los tercos y bravos Sptiz n≤rdicos estß protegido en Noruega y su exportaci≤n, absolutamente prohibida, por lo que hoy en dφa resulta una completa rareza fuera de su paφs.
LOS PODENCOS Y CIRNECOS DEL ETNA
Flor y nata de los sabuesos de caza menor, tanto podencos ibicencos como cirnecos italianos, son clßsicos lebreroides cuya estampa estß mßs entroncada con el perro de los faraones que con el resto de los sabuesos.
Su resistencia al cansancio, aguda vista y relativa velocidad en la carrera, los convierte en inmejorables cazadores de liebres y conejos.
En Espa±a se celebran campeonatos de caza en campo con rehalas de podencos que deben capturar por sφ solas los conejos, anta±o tan abundantes en la Penφnsula IbΘrica y en las islas Baleares. El podenquero es una figura mφtica en la cinegΘtica mediterrßnea, y a la par que cuidador y entrenador, es tambiΘn el experto que conduce las partidas de caza que se forman con el concurso de estos magnφficos sabuesos
El Podenco ibicenco, Ca Eivissenc, es quizß una de las razas de perros de rastro mßs en auge, debido a la afici≤n por el trabajo que realizan estos animales. Una rehala de po dencos, persiguiendo la pieza entre el monte bajo y el matorral es un espectßculo que difφcilmente puede olvidarse, si se ha tenido el privilegio de presenciarlo. Los saltos de estos elegantes canes, sus ladridos tan caracterφsticos, sus rabos enhiestos, que les sirven a la vez como timones y estabilizadores en su carrera, son caracterφsticas muy peculiares que, unidas a su aguda vista, incluso con poca luz natural, les dotan como excelentes cazadores y magnφficos deportistas.
Pero el trabajo de los podencos, tan resistente y espectacular, les ha llevado a ser parte integrante de los mestizajes que se busca para rehalas de monterφa en las que se necesitan perros de agarre, con cierta ferocidad natural.
El Cirneco del Etna, igualmente utilizado para la caza del conejo y de la liebre, es raro fuera de Italia, donde su crφa y adiestramiento constituye, en muchas zonas de Sicilia, un autΘntico deporte nacional. Inigualable para las condiciones del medio ambiente en el que trabaja, de monte bajo, sin matorrales ni manchas de vegetaci≤n cerrada, es tambiΘn un ≤ptimo pero de compa±φa, alegre y juguet≤n, que necesita largos paseos diarios, donde poder derrochar la energφa que almacena en sus potentes y estilizados miembros. Es importante insistir en el origen lebreroide de estas razas que han cedido gran parte de la velocidad de los clßsicos galgos a favor de una menor agresividad intraespecφfica, mejor olfato y mayor resistencia... ┐Galgos o podencos?, es este di lemadores y representantes de un tipo de caza deportiva, sin armas y que con sus vicisitudes va afianzßndose en los lugares de origen, de los que, en algunos casos, casi habφa desaparecido. Volviendo al Podenco ibicenco que, en cualquiera de sus tres variedades de pelo, goza en Espa±a de merecida fama, deben observarse una serie de cuidados especφficos en cuanto a la alimentaci≤n y el adies tramiento, que pasamos a describir.
CUIDADOS Y ENTRENAMIENTO DE LOS PODENCOS
El Ca Eivissenc o Podenco ibicenco, en cualquiera de sus variedades de pelo duro, largo y liso, es una raza hoy dφa afortunadamente recuperada de la extinci≤n. Los magnφficos ejemplares que concurren a exposi ciones de belleza y concursos de trabajo dan buena prueba de ello. Por otra parte, la utilizaci≤n de rehalas de raza pura en las monterφas no estß defraudando las mßs estrictas exigencias de los cazadores.
El Podenco es un perro alegre y seguro de sφ mismo, de temperamento recio, pero no arisco, serio, pero no excesivamente agresivo con sus semejantes, que acepta sin demasiados problemas la estricta jerarquizaci≤n de la jaurφa.
Los cachorros, desde los seis o siete meses, deben tener la oportunidad de vivir cerca del campo libre donde puedan jugar en contacto con la Naturaleza. A partir de esta edad y como juego, nunca como entrenamiento, deben ofrecΘrseles pieles de conejo que pueden hacerse arrastrar unos metros por el terreno, atadas con un cordel. De esta forma, los j≤venes podencos establecen contacto con su principal contrincante. A partir de los catorce o quince me ses pueden intensificarse ligeramente estos ejercicios o utilizar conejos domΘsticos para incrementar el natural instinto de los perros. El verdadero entrenamiento, incluyΘndoles en jaurφas ya avezadas, puede comenzar a partir de los dieciocho o veinte meses de edad.
La alimentaci≤n es un capφtulo importantφsimo y muy similar a la descrita para los galgos, pero disminuyendo la cantidad de lφpidos, que s≤lo deberß forzarse quince o veinte dφas antes de que comiencen a traba jar en entrenamientos o competiciones. El calcio, fundamental para la perra gestante o en perφodo de crφa, debe dosificarse cuidadosamente, y mucho mßs en dietas para los cachorros, pues tanto su falta como su exceso pueden provocar alteraciones metab≤licas y de crecimiento de difφcil soluci≤n a posteriori.
El pan duro, muy duro, administrado a los perros adultos, en muchas zonas, como premio habitual y tradicional tras una bella persecuci≤n y cobro del conejo, es un ali mento pobre, pero que, sin embargo, le sirve al Podenco como el torno del dentista, para mantener limpia y sana su dentadura.
Por el tipo de trabajo que realizan estos lebreroides es fundamental el masaje y cepillado diario tras las competiciones o entrenamientos, asφ como la inspecci≤n ocular en busca de semillas punzantes y adherentes, parßsitos externos u otros cuerpos extra±os. La aplicaci≤n de lociones bactericidas es muy importante y conveniente, pero debe cuidarse de no aplicarlas en la cabeza, y cuando se efect·an sobre el cuerpo, mante ner en alto el hocico del Podenco, y esperar que se evapore el alcohol que llevan, con el fin de no embotar el olfato del animal y, por otra parte, que el perro ingiera el alcohol al lamerse el pelo reciΘn rociado.
Las heridas en patas y almohadillas plantares estßn a la orden del dφa en los ejemplares j≤venes y poco fogueados, y deben curarse con los ba±os en agua de sal y las pomadas cicatrizantes correspondientes.
Una parte muy importante es el agua que los perros puedan beber en el transcurso de las cacerφas. Los podenqueros deben asegurarse la provisi≤n del precioso lφquido que los podencos han de beber junto al cuidador. La no observancia de esta sencilla y elemental norma ha producido estragos en mßs de una rehala que ha bebido en charcas putrefactas o contaminadas, con las posteriores enteritis, diarreas e incluso parasitosis internas, que pueden ser achacadas a otros factores.
Como resumen respecto a cuidados especφficos de estos bellos, nobles y magnφficos perros de jaurφa, podemos recordar: alimentaci≤n completa, rica en proteφnas y muy ajustada. Perros ligeramente hambrien tos son perros sanos. Cuidados diarios de cepillado y revisi≤n de orejas y patas y, por supuesto, extremada higiene en las perreras y patios o parques donde los animales se solazan antes de sus cotidianos paseos que deben cumplir el ·ltimo requisito: ejercicio diario suficiente, pero nunca extenuante.
LOS SABUESOS: CLASICOS PERROS DE RASTRO
El acoso y la localizaci≤n de grandes piezas venatorias heridas era y a·n es una de las mayores preocupaciones que los autΘnticos deportistas de la caza sienten durante una batida o partida cinegΘtica de grandes anima les salvajes. El animal herido sufre, puede agonizar durante dφas o tornarse peligroso para el hombre. Esta preocupaci≤n llev≤ al cazador a seleccionar determinadas razas de perros que fueran aptas para esta ta rea. Este tipo de sabuesos fue denominado con el calificativo genΘrico de perros de sangre por su excepcional olfato al servicio de la persecuci≤n y rastreo de las piezas heridas, pero, ademßs, se les especializ≤ a travΘs de los a±os y de la cuidadosa soluci≤n por parte de los criadores, en el rastro y acoso de las presas para ponerlas a tiro del cazador.
El sabueso por excelencia, Bloodhound, desciende en lφnea directa del perro de San Humberto y estß φntimamente emparentado con el Gran Sabueso del Jura y otros perros similares. El Bloodhound, originario, al parecer, de BΘlgica y llevado a las islas Britßnicas por los normandos, fue posteriormente exportado a los Estados Unidos, donde alcanz≤ notables cotas de popularidad. Actualmente son escasas las jaurφas de este perro dedicadas a la caza mayor, pues se ha variado su utilizaci≤n, entrando a formar parte de una Θlite de razas de salvamento y policφa. Su finφsimo olfato y trote sostenido le convierten en un extraordinario buscador de personas desaparecidas: accidentados, depor tistas heridos, alpinistas, cazadores, etcΘtera. TambiΘn es un precioso auxiliar de la policφa de muchos paφses para localizaci≤n de fugitivos, personas raptadas, etc., y, seg·n pa rece, su olfato ha servido como prueba definitiva en algunos Juzgados de NorteamΘrica. Este excepcional perro necesita ejercicio continuo, cuidados de cepillado e higiene diaria y una alimentaci≤n algo mßs abundante y selecta que otras razas similares. Su tama±o y peso les hace poco acomodables en peque±os espacios.
Mßs utilizado que el anterior, mßs ligero y rßpido y menos exigente cuanto a cuidados y alimentaci≤n, el Sabueso del Jura es casi un facsφmil reducido y aligerado del Bloodhound. Una jaurφa de estos perros es toda una exhibici≤n de belleza canina. La suelta de las colleras representa uno de los momentos mßs bellos de la partida de caza. Los ladridos profundos, el trote largo o galope corto entre los ocres del bosque caducifolio europeo, significan la estampa venatoria mßs querida por los cazadores de ciervos, corzos y jabalφes de Europa central.
Debemos rese±ar tambiΘn el Black and Tan Coonhound, sabueso procedente de cruzamientos entre Bloodhound y Foxhound, has equilibrar, aproximadamente, 3/4 1/4 las proporciones respectivas de ambas razas. Este precioso perro sabueso, tφpicamente norteamericano, se utiliza fundamentalmente para la caza del mapache y tambiΘn se muestra eficacφsimo con otras piezas: oso negro, puma, ciervo, etcΘtera.
Todos los cazadores de grandes piezas en NorteamΘrica alaban las cualidades de esta raza, cuya descripci≤n corresponde a la de un sabueso ligero, de color negro con manchas de fuego y cabeza de Bloodhound con labios a·n mßs colgantes, papada conspicua, orejas muy largas y aspecto macizo, pero ligero. Su resistencia a las inclemencias atmosfΘricas: frφo, calor, lluvia, etc., es autΘnticamente sorprendente, asφ como su gran aguante de jornada de caza extenuantes.
El Sabueso atigrado de Tennessee es otra recentφsima raza norteamericana, obtenida por selecci≤n y mejora de los perros de monta±a de aquellas regiones que utilizaban las tribus indias autoctonas. De alzada media, alrededor de 50 cm, para Ios machos, constituci≤n robusta, cabeza bien moldeada, aplomos verticales, cola fina no muy larga y capa suave; su nombre inglΘs, Tennessee treeing brindle cualifica su aptitud de trepador, asφ como el jaspeado de su capa. Muy apto para la caza del puma, el mapache y el oso negro, tiene una vitalidad pasmosa, gran resistencia al cansancio y un olfato finφsimo.
El Treeing walker coonhound es otra raza estadounidense, procedente de los sabuesos franceses y mßs concretamente del Chien franτais, cuyas aptitudes venatorias se potencian en los Estados de Caro lina, Virginia y Kentucky. Su apariencia recuerda mucho al anglo-francΘs, pero con un toque maestro de ligereza en la osamenta que le convierten en infatigable cazador de mapaches y pumas, ya que increφblemente se encarama a los ßrboles, tras la pieza.
Otras muchas razas de sabuesos del Nuevo Mundo, a·n no reconocidas por la FCI, ya estßn fijadas y presentan caracterφsticas y peculiaridades propias, encaminadas a la realizaci≤n del trabajo en un entorno geobotßnico especφfico y con objetivos algo diferentes de los que corresponden a las especies europeas. No es en absoluto parecido el acoso de un puma que el de un jabalφ, por ejemplo. Ni tampoco puede compa rarse la carrera tras el rastro de un ciervo de Virginia, por una tierra cubierta de brezales y plantas de monte bajo, con la persecuci≤n de un ciervo rojo europeo por un bosque mixto caducifolio y de conφferas.
LOS PERROS EUROPEOS DE JAURIA
La imagen de una rehala de caza deportiva en Europa nos hace evocar una partida de caza de zorro inglesa. Es algo casi automßtico asociar el chicoleo de los nobles britßnicos, vestidos con sus tφpicas casa cas rojas o negras y jinetes de magnφficos corceles adiestrados en la carrera, el salto y el campeo con las bellφsimas y cuidadas jaurφas de Foxhound especialmente entrenadas por los servidores de las cacerφas. La algarroba, los alegres ladridos, la reuni≤n de jinetes y amazonas para la carrera tras el zorro, es una constante ·nica en el mundo con tφpico sabor inglΘs.
El Foxhound es un precioso perro de jaurφa que debe componer grupos muy numerosos, por otra parte, hoy cada dφa mßs raros. Esta raza, cuya alimentaci≤n y cuidados no exige demasiados desvelos, re quiere, sin embargo, dos precauciones fundamentales. La primera consiste en realizar un ejercicio diario al aire libre y en grupos tan nu merosos como los que hayan de constituirse en las partidas de caza y posterior cepillado del pelo en suave masaje. La segunda regla de oro consiste en la higiene mßs escrupulosa de las perreras. En este punto, nunca se insistirß demasiado, ya que el encalado, utilizaci≤n de productos desparasitadores y limpieza de los pavimentos con potentes desinfectantes son el principio bßsico para criar jaurφas sanas y alegres. Un detalle frecuentemente ol vidado es la administraci≤n de la comida. Esta debe vigilarse de forma que todos los ejemplares tengan idΘnticas oportunidades de proporcionarse el alimento. La utilizaci≤n de comederos comunes favorece que los perros mßs fuertes y agresivos se atiborren de comida, mientras que los mßs dΘbiles, j≤venes o tφmidos, apenas tendrßn suficiente para su subsistencia. La comida, en recipientes individualizados o por turnos, y el ojo del perrero, evitarßn estos accidentes en provecho de todos los perros integrantes de la rehala.
Las jaurφas con los sabuesos franceses constituyen en la actualidad un autΘntico lujo y cada vez son mßs escasas y menos numerosas, en parte debido a la relativa escasez de caza mayor en el paφs galo. Sin embargo, los grupos de caza con Grifones van ganando terreno, ya que se requieren grupos de perros menos numerosos y su trabajo todo terreno asegura una gran versatilidad para este tipo de rehalas.
La caza mayor en Espa±a en sus dos modalidades principales, el rececho y la monterφa, supone, en lo que a esta ·ltima se refiere, una autΘntica fiesta de hombres, perros y Naturaleza. Creemos que es el ·nico paφs en el mundo en que se practica esta modalidad por razones topogrßficas, sociol≤gicas y fundamentalmente por la gran riqueza cinegΘtica proverbial de la Pincela IbΘrica.
Elegidas las zonas de terreno a batir y teniendo en cuenta la configuraci≤n topogrßfica del monte, asφ como las especies vegetales y animales que abundan en dichos enclaves, se re·nen organizadores, caza dores, batidores y perreros a temprana hora de la ma±ana. En este primer encuentro se revisan las armas, se distribuyen los puestos, situaci≤n fija de los tiradores durante la jornada, que no pueden abandonar bajo ning·n concepto hasta que los organizadores lo autoricen mediante una se±al previamente convenidacadenadas y llevadas por los respectivos podenqueros y se parte hacia los lugares de tiro adjudicados normalmente por sorteo.
Cada perro, dirigido por los organizadores, se dirige a resacar las zonas que le son encomendadas, instigando a la jaurφa a su cargo a levantar las piezas, normalmente venados o jabalφes, y encaminarlas a los pasos que cubren los tiradores. Las rehalas deben obedecer el toque de caracola o trompa de sus respectivos cuidadores.
L≤gicamente, la espera en los puestos en las frφas ma±anas de oto±o e invierno se hace interminable para los tiradores, pero los ya veteranos pues anticipar por el oφdo el desarrollo de las peripecias de perros y batidores. Los trabucazos que estimulan a los canes y los ladridos de las jaurφas prometen una jornada de caza emocionante. De pronto, los perros de un determinado sector cambian de ladrido, Θste se torna mßs agudo e intenso... se ha producido el contacto. Orientßndose por estos ruidos, el tirador del puesto mßs interno apresta su escopeta. A unas decenas de metros, un ruido bronco de matorral pisoteado da paso a un bonito ejemplar de ciervo hembra que el deportista respeta, dejando que contin·e su precipitada huida. Otro alboroto deja entrever un tφmido vareto que tambiΘn pro sigue su camino protegido por la inmunidad de su tierna edad. El montero desespera con el cuerpo helado y agarrotado, pero una rehala pr≤xima le anuncia un agarre; aullidos, ladridos..., en fin, un gran alboroto deja paso a un precioso venado de doce puntas con agudas y afiladas luchadoras. El cazador dispara, la pieza se tambalea, pero sigue su camino y los perros se aplican en el rastreo y culminaci≤n de la tarea del cazador.
El lance, mucho mßs peligroso para los perros, con el jabalφ puede tener parecido desenlace, pero aquφ, la veteranφa de las jaurφas es un importantφsimo factor de Θxito.
Los perros de pura raza son caros y las bajas son frecuentes en las monterφas, pero, sin embargo, la belleza de las rehalas uniformes presta un cachΘ especial a ese tipo de monterφas.
Las rehalas mßs utilizadas con ejemplares de pura raza estßn formadas por Anglo, Podencos, Grifones y Sabuesos. Sin embargo no podemos obviar por su amplia difusi≤n los cruzamientos que se efect·an para obtener perros de trabajo, ya que no de pura raza.
PERROS MESTIZOS PARA MONTERIA
Aunque no seamos partidarios de este tipo de jaurφas, es necesario reflejar una realidad que se estß produciendo en muchφsimos paφses de gran tradici≤n cinegΘtica. La dificultad en la obtenci≤n de ejemplares de pura raza y su, al parecer, mayor propensi≤n a contraer determinadas afecciones respiratorias y renales ha conducido al mestizaje de razas con objeto de conseguir perros resistentes al cansancio, de carßcter valiente, insensibles al dolor fφsico y agresivos hasta lo increφble con las piezas de caza mayor.
En la generalidad de los casos, se parte de tres razas principales: Podenco ibΘrico o ibicenco, Sabueso anglo y Dogo alemßn. Los porcentajes de sangre se mezclan y combinan casi al azar para introducir con posterioridad otras razas estrella: Gran Griffon y Airedale. Con esta increφble amalgama, aderezada en muchos casos con el toque original de Doberman, Boxer o Rodesiano, sin olvidar tampoco al Mastφn espa±ol..., se puede esperar cualquier cosa y en la gran mayorφa de casos es lo que ocurre; una jaurφa variopinta, poco cuidada, con ejemplares muy desiguales en cuanto a velocidad, tama±o y resistencia, pero con una constante poco recomendable, la gran ferocidad de los machos adultos que establecen continuas peleas para determinar el orden jerarquizado en el grupo y la escasa constancia en cuanto a las cualidades deseadas.
Este tipo de rehalas variopintas ha condicionado que los perreros tengan, seg·n su forma de trabajar con sus animales, muchφsima mayor importancia que las propias jaurφas.
Por otra parte, en no pocas ocasiones se mezclan para una partida de caza perros que no han convivido ni cazado jamßs juntos. Esto provoca peleas espeluznantes entre determi nados ejemplares que no pueden ser separados a veces, ni utilizando agua arrojada con cubos al amasijo de dientes, patas y rabos.
EL CUIDADO DE LAS REHALAS
En primer lugar, los propietarios de perros para monterφas deben elegir solamente dos o tres razas e incluso una sola para formar sus jaurφas. ┐QuΘ perros elegir? Esta cuesti≤n de primordial importancia debe decidirse en funci≤n de tres factores bßsicos. El terreno donde los perros hayan de ejercer su trabajo condicionar de forma importante las razas recomendables. Otro de los elementos cruciales se refiere a las piezas que deban cazar, pues aunque existen sabuesos pofacΘticos, hay determinadas razas mßs aptas para caza mayor y las ≤ptimas para caza menor, etc. El ·ltimo punto evaluable es la nacionalidad de los perros. Cada aficionado debe tender a potenciar las razas aut≤ctonas de su paφs, no solamente por razones sentimentales y econ≤micas, sino por un mejor desarrollo de la cinofilia nivel internacional.
Estas tres variables, mensurables y cuantificables, pueden verse afectadas por el factor intrφnseco no encasillable en ning·n balance, pero fundamental en cuanto a la decisi≤n: Ias preferencias personales del aficionado.
Una rehala de Byllis, por su colorido, riqueza de matices en sus ladridos y prestancia, quizß no sean lo mßs adecuado para cazar en los Picos de Europa, pero..., íQue bonitos son!
La alimentaci≤n de los perros en cada una de las fases de su vida debe seguir las normas generales recomendadas para cada raza, pero con las particularidades de fluctuar seg·n las Θpocas y los tipos e inten sidad del trabajo que se encomienda a los perros. Las proteφnas en gran cantidad y una equilibrada dosificaci≤n de las grasas nos ayudarß a mantener en ≤ptimo estado a nuestros perros.
Los cuidados diarios deben ser los caracterφsticos de cada raza haciendo especial hincapiΘ en la observaci≤n de patas, almohadillas plantares y orejas, para detectar parßsitos o heridas. L≤gicamente, el especial trabajo que deben desempe±ar estos perros les expone a sufrir numerosas y a veces graves heridas por astas o colmillos. El hilo de coser, la aguja y los antisΘpticos son el abecΘ del perrero o cuidador de una rehala.
La desparasitaci≤n externa e interna debe cuidarse y vigilarse celosamente, pues al estar estos animales en estrecho contacto con sus congΘneres, se puede producir epidemias por contagio que debilitan, desasosiegan y restan fuerzas a los mejores auxiliares que el ser humano tiene para ejercitar el mßs antiguo deporte de la Historia.
